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¿La ansiedad es hereditaria? Lo que dice la ciencia

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Muchas personas preguntan: ¿La ansiedad es hereditaria? La investigación sugiere que sí, al menos en parte. Por poner un ejemplo, en familias donde algunos de los miembros tienen trastorno de ansiedad generalizada (TAD), se estima que alrededor del 30% del riesgo de tenerlo viene de los genes que heredan.

Pero la genética no es toda la historia. Se combina con factores ambientales —desde el estilo de crianza hasta manejo de estrés— para crear las condiciones que desencadenan la ansiedad.

En este artículo exploramos lo que dice la ciencia a propósito de la ansiedad y su transmisión entre generaciones.

¿Qué son los trastornos de ansiedad?


La ansiedad es una emoción que todos sentimos de vez en cuando. Es esa sensación de preocupación que nos hace mantenernos alerta frente a algo que está por suceder. En cantidades adecuadas, nos ayuda a enfrentar situaciones desafiantes con éxito. Cuando se vuelve excesiva, puede convertirse en un trastorno de ansiedad.

Los trastornos de ansiedad son un conjunto de padecimientos mentales que se caracterizan por una preocupación y miedo intensos ante situaciones cotidianas o no peligrosas, interfiriendo con el bienestar, las relaciones, el trabajo y otras áreas de la vida. Estos trastornos pueden aparecer de distintas formas, cada uno con sus propios matices y particularidades. Algunos de los más conocidos son:

  • Trastorno de ansiedad generalizada (TAG)
  • Trastorno de pánico
  • Fobia social
  • Fobias específicas
  • Trastorno obsesivo compulsivo (TOC)
  • Ansiedad por separación

¿Qué causa los trastornos de ansiedad?


No hay una causa exacta que explique por qué algunas personas desarrollan un trastorno de ansiedad y otras no. No es que, porque te sucedió esto o aquello, vayas a terminar teniendo uno de manera inevitable. 

En el campo de la medicina y la salud mental, no hablamos de situaciones o condiciones determinantes, es decir, que “marcan tu destino”, sino de probabilidades. 

A propósito de los trastornos de ansiedad, hay elementos o situaciones que aumentan sus probabilidades de ocurrencia. Son los llamados factores genéticos y ambientales.

Factores genéticos


Hay estudios que indican que la ansiedad tiene un componente genético. 

Los genes son pequeños bloques de información que están dentro de nuestras células, y dicen cómo debe funcionar y formarse nuestro cuerpo. Algo así como “instrucciones” para nuestro desarrollo. Indican, por ejemplo, de qué color serán nuestros ojos o cabello. También dan instrucciones sobre la personalidad y la salud en general. Los recibimos de nuestros padres al nacer. De ahí que muchas enfermedades sean hereditarias. 

Es importante destacar que tener ciertos genes no significa que estén activos, es decir, que sus instrucciones sean seguidas. Tenemos miles de genes diferentes, y solo algunos de ellos van a activarse y dar sus instrucciones al cuerpo. El resto permanece inactivo, pero puede que esto cambie en algún momento si se presentan las condiciones para activarlo.

En cuanto a la ansiedad, hay algunos genes que pueden hacer que alguien tenga más predisposición para contraerla. Los hijos de padres con un trastorno de ansiedad pueden tener hasta siete veces más probabilidades de desarrollar un trastorno de ansiedad ellos mismos. Fíjate que hablamos de “probabilidades” y no de “destino”; nada está grabado en piedra.

Las probabilidades hablan de cuáles son las chances de que algo ocurra realmente. Que alguien tenga más probabilidades de adquirir un trastorno de ansiedad no significa que necesariamente vaya a tener uno. Lo que va a hacer que los genes de la ansiedad se activen o desactiven son los factores ambientales, es decir, el entorno. 

Factores ambientales


El entorno es, básicamente, todo lo que nos rodea y con lo que interactuamos día a día. Lo que comemos, el lugar donde dormimos, lo que nos enseñan en la escuela —y cómo nos lo enseñan— y el hogar donde crecimos son solo algunos elementos del entorno que inciden en nuestro desarrollo, pensamientos, comportamientos y salud en general. Formalmente todos estos elementos reciben el nombre de factores ambientales.

En relación a la ansiedad, existen algunos factores ambientales que son especialmente relevantes:

  • Estilo de crianza: incluye varios aspectos, desde comportamientos de los padres o cuidadores hasta la presencia de apoyo familiar dentro del hogar.
  • Experiencias traumáticas: son muy subjetivas, pueden ir desde situaciones sutiles, como un divorcio o el acoso escolar, hasta eventos más agresivos y trágicos, como un abuso, vivir en una zona de guerra o desastres naturales.
  • Estilo de vida: aborda varios aspectos relacionados con hábitos diarios, como lo que comemos, cuántas horas dormimos y si hacemos actividad física.
  • Estrés: se trata de las situaciones tensas, difíciles o desafiantes que enfrentamos día a día y cómo las manejamos.

La combinación de factores genéticos y ambientales puede activar la ansiedad


De manera resumida, podemos decir que lo que causa un trastorno de ansiedad es una combinación de factores tanto genéticos como ambientales.

Una persona puede nacer con los “genes de la ansiedad”, pero su activación va a depender en gran parte de su entorno y experiencias de vida. 

Según investigaciones, el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) tiene una heredabilidad del 30%. Esto significa que, de todas las razones por las que una persona puede desarrollar ansiedad, el 30% está relacionado con los genes que hereda de sus padres. El 70% restante está relacionado con factores ambientales. Así que, aunque la genética influye, no es lo único que importa. 

Veamos cómo se combinan los factores genéticos y ambientales, empezando por el estilo de crianza:

Si una persona con familiares ansiosos creció en un hogar sobreprotector, donde los padres reaccionaban de manera exagerada a situaciones cotidianas, puede que también haya aprendido esas maneras. 

Los hijos aprenden de sus padres a través de la observación, copian lo que ven. Si ven que el padre se pasa el día leyendo noticias negativas y se estresa, podrían aprender que el mundo es un lugar peligroso y que lo mejor es no exponerse. Esta visión negativa del mundo, sumada a la predisposición genética de la ansiedad, puede dar como resultado un trastorno de ansiedad. 

Hablemos ahora de las experiencias traumáticas. Estas son de por sí situaciones muy dolorosas que dejan huellas profundas en el interior. Pero aun así, no afectan a todos de la misma manera. Por ejemplo, dos personas pudieron haber estado en el mismo accidente de auto, pero una desarrolló un trastorno de ansiedad y la otra no. Muchas variables pueden relacionarse con esta diferencia, pero una posible explicación es que una persona tiene familiares con ansiedad y la otra no. Es decir, una tenía una mayor predisposición genética.

Respecto del estilo de vida, estudios demuestran la relación entre los hábitos de vida saludable y la ansiedad. Una buena nutrición, un descanso adecuado y llevar un estilo de vida activo pueden mantener estables los niveles de ansiedad a nivel general. En las personas con familiares ansiosos esto es aún más relevante, ya que podrían ayudar a que los “genes de la ansiedad” se mantengan inactivos, previniendo trastornos de salud mental.

Por último, la forma en que se maneja el estrés también son relevantes. La resiliencia, la asertividad y el buen manejo de emociones son habilidades que ayudan a manejar el estrés de manera saludable, manteniendo alejados a los trastornos de ansiedad y otros problemas de salud mental. Quienes tienen familiares ansiosos les resulta especialmente útil desarrollar estas habilidades, ya que pueden ayudarles a prevenir problemas de salud en el futuro.

Cuidar los factores ambientales para prevenir la ansiedad


Los “genes de la ansiedad” no se pueden cambiar, pero sí se puede trabajar para crear un entorno menos ansioso. Cuidando los factores ambientales, ayudas a mantener bajas las probabilidades de que la ansiedad se desate, ayudas a mantenerla a raya. 

En la familia


En las familias donde abundan los casos de ansiedad, es bueno empezar a tomar conciencia de ello, sobre todo si hay niños pequeños. Romper el ciclo es posible, pero requiere un trabajo activo.

Como dijimos antes, los padres suelen transmitir a sus hijos lo que heredaron y absorbieron de sus propios padres. Si fueron criados en un entorno de hipervigilancia donde se premiaban los comportamientos ansiosos, es bastante probable que repitan estos patrones en sus propios hijos. Frente a eso, el primer paso es la toma de conciencia.

Si eres un padre que lucha con la ansiedad, empezar una terapia puede ser muy beneficioso para tus hijos. Al trabajar en tus propios pensamientos y conductas, puedes modificarlas para transmitir más seguridad y tranquilidad a tus hijos.

Por otro lado, si notas pensamientos o comportamientos ansiosos frecuentes en tu hijo, no dudes en consultar con un pediatra o psicólogo infantil lo más pronto posible para iniciar un tratamiento. Una terapia puede ayudarle a mejorar antes de que se establezcan patrones, ahorrándole problemas cuando crezca.

Estilo de vida


Un estilo de vida saludable incluye dormir bien y mantener una alimentación equilibrada. La falta de sueño puede aumentar la vulnerabilidad a la ansiedad, mientras que una dieta variada y rica en nutrientes puede mejorar la salud mental. Evita el consumo excesivo de cafeína y azúcar, ya que pueden agravar los síntomas de ansiedad.

Por otro lado, hacer actividad física regularmente puede ayudar a reducir los niveles de estrés y ansiedad. El ejercicio libera endorfinas, que son sustancias químicas en el cerebro que mejoran el estado de ánimo y actúan como un “calmante natural”. Ya sea caminar, correr, nadar o bailar, incorporar el ejercicio a tu rutina diaria puede mejorar tanto tu salud física como mental.

Manejo de estrés


Una de las principales fuentes de estrés y ansiedad es la sobrecarga de tareas o la sensación de falta de control. Planificar y organizar tu tiempo te permite evitar el estrés que genera la procrastinación o la acumulación de tareas. Puedes usar listas, calendarios o aplicaciones para distribuir las responsabilidades. Establecer prioridades y tomar descansos regulares también es fundamental para mantener el estrés bajo control.

Por otro lado, saber decir “no” cuando es necesario te ayuda a aliviar el estrés. A veces, el exceso de compromisos puede llevarte a sentirte fuera de control. Aprende a identificar tus propios límites y asegúrate de comunicárselos a los demás para evitar que el estrés externo te afecte. Esto incluye equilibrar el trabajo y la vida personal, delegar tareas y no asumir responsabilidades que no puedas gestionar.

La ansiedad no es tu destino


Existen varias causas posibles para la ansiedad. Es cierto que la genética puede influir, pero tampoco es determinante. Que en tu familia haya personas con trastornos de ansiedad no significa que tú o tus hijos vayan a tener uno también. Los factores ambientales son clave.

Mantener un estilo saludable y consciente, desarrollar la resiliencia y modificar pensamientos y comportamientos disfuncionales son algunas estrategias que pueden ayudarte a llevar una vida más feliz y saludable.

Recuerda que no heredas la ansiedad, sino el riesgo a desarrollarla. Por lo tanto, tienes un increíble poder para prevenirla y llevar la vida que deseas.

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Bibliografía

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